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Pensando el después

Por Santiago Prieto

La superstición trae mala suerte.

Raymond Smullyan (1919-2017)

La frivolidad en el abordaje de los problemas es tan peligrosa como los problemas mismos y su mejor cómplice al banalizar su naturaleza, sus riesgos y sus impactos. No alcanza con la buena onda, con avanzar con optimismo y con confianza, con salir para ganar ni tantas otras frases y actitudes triunfalistas y más cercanas al marketing deportivo que a la conducta seria, responsable, comprometida y necesaria frente a situaciones de seriedad y profundidad tales como las actuales.

Los falsos dilemas son también caminos de escape de los compromisos y las responsabilidades. Afirmar que las medidas de aislamiento social -la cuarentena- impactan en la economía ¿Supone que la muerte de 10.000 ó 20.000 ó 30.000 personas no lo haría, tanto sobre la economía como sobre lo social y lo cultural? ¿Vale la pena sacrificar unos cuantos miles o decenas de miles de vidas para aliviar el impacto sobre la economía? ¿Alguien se plantea anotarse en esa lista o hacerlo con los miembros de su familia y sus allegados?

En esta sección se busca aportar a las reflexiones acerca de lo que sigue a este lapso de alarma y preocupación, a esta crisis que genera la pandemia del COVID-19. Es decir que trataremos de acercar contribuciones para pensar qué cosas serán iguales y cuáles distintas, quiénes seremos, qué sociedad conformaremos, qué roles y qué lugar se le requerirán a los Estados, qué impacto tendrá sobre las relaciones sociales y productivas. Qué aprenderemos de esta pandemia.

La humanidad debió afrontar diversas crisis en su historia, varias de ellas desatadas por epidemias masivas que la pusieron a ella y a la civilización en grave riesgo, a veces al borde del precipicio. Sólo por citar un par de ejemplos, se estima que la peste del siglo XIV (en no casual combinación de una bacteria con procesos de conquista y dominación) terminó con la vida de entre el 50 y el 60 % de la población europea. Mucho más cerca, entre 1918 y 1919, la llamada gripe española fue responsable de la muerte de alrededor de 40 millones de personas.

Hoy la ciencia tiene más recursos, más razones y genera mejores respuestas. Seguramente esta pandemia del COVID-19 tendrá consecuencias menos dramáticas en términos de cantidades. No obstante, probablemente cuestionará los modos en que nuestras sociedades se organizan, distribuyen los recursos, atienden la salud, gestionan la educación y no sólo en los momentos de las crisis. A lo mejor, la solidaridad reaparecerá no sólo como un valor deseable en lo individual sino también como un atributo exigido a los modos de organización social, económica y política. Sobre estos y otros aspectos pensaremos juntos. Tal vez al mirarnos en esta situación crítica y atípica descubriremos que si constituimos una sociedad -y una humanidad- justa y todos estuviéramos bien, todos viviremos mejor.

En esta edición presentamos una nota escrita por el Prof. Jorge H. Tissera, quien con sólidos argumentos plantea aspectos diversos que esta pandemia pone en evidencia, así como del comportamiento ambiguo y contradictorio que la sociedad y sus sistemas económicos y políticos tienen al respecto. Afirma que la superación de ésta y otras crisis requiere de medidas más allá y más abarcativas que las estrictamente médicas.


Cara y ceca de la pandemia

Por el Prof. Jorge H. Tissera (*)

Como todos los años, respetando nuestro calendario académico, las distintas unidades iniciaron en marzo el ciclo lectivo 2020. Pero solo diez días después la pandemia del COVID 19 atravesó nuestra dinámica universitaria y nos llevó a buscar alternativas que permitieran dar continuidad a todas aquellas actividades que no requirieran de la presencia física de los alumnos. La tecnología de la información nos permitió desarrollar las clases en tiempo real y mantener la actividad de la Institución prácticamente de la misma forma que lo veníamos desarrollando hasta el comienzo de la cuarentena.

Con la misma rapidez con que corre cualquier tecnología tuvimos que adaptarnos a una realidad salida de los mejores cuentos de Ray Bradbury. En estos momentos, recuerdo mi lejano paso por la escuela secundaria, durante las clases de Higiene, cuando el profesor hablaba de la propagación de las enfermedades y mencionaba un término que nos resultaba ilusorio “Pandemia”. Sin embargo, una mirada retrospectiva sobre la humanidad nos acerca a la dimensión de lo posible, la tan mencionada en estos días "peste" que asoló a las ciudades europeas de la Edad Media, esparcida por todo el territorio de la mano de los mercaderes y de deficientes sistemas de higiene urbana; o la difusión de la gripe o la viruela en la América del siglo XVI que diezmó la población autóctona reduciéndola al 5% del total. En este caso, es posible recorrer la expansión de las epidemias de norte a sur del continente, año tras año llevada por los que huían del mal.

Podríamos mencionar varios casos en el siglo XX que quizás fueran un preanuncio de lo que ocurriría en un mundo cada vez más concentrado en áreas urbanas, más interconectado y con desigualdades no resueltas.

Son estas crisis las que traen a la luz las dos caras de los tiempos que transitamos y que nos hacen reflexionar sobre el sentido de la existencia humana, el rol de las instituciones, la idea de progreso, los modelos de desarrollo económico.

La velocidad con que se propagó la enfermedad a fines del mes de diciembre pasado, reveló la fragilidad de los sistemas de salud y, en especial, la instrumentación en la puesta en emergencia en cada país, la cual ha sido muy diferente en cada caso: lentitud en Italia o España, menosprecio a la agresividad del mal como hemos visto en Gran Bretaña, EE.UU. o Brasil, decisiones consensuadas entre la comunidad científica y las fuerzas políticas como observamos en Argentina. La contracara de esto quizás fue el accionar de la comunidad científica internacional que de forma inmediata socializó los avances dentro de la obscuridad que creó el nuevo virus. Día a día nuevos reportes de registros casuísticos nos informaron sobre el comportamiento del virus ante ciertos factores de riesgo: adultos mayores, hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, enfermedad coronaria, diabetes, obesidad. 

Hablamos de las ventajas de transitar por un mundo intercomunicado con transferencia de saberes en forma inmediata, sin embargo, estamos lejos de una sociedad en la cual tecnología e información estén disponibles para toda la población.

Asimismo, la brecha entre la adquisición de información y la toma de decisiones sigue siendo una deuda pendiente. Hoy poseemos información suficiente para elaborar un profundo diagnóstico que permita resolver los problemas de la población. Simplemente con abrir la página del PNUD podemos conocer que a nivel mundial más de 1,6 mil millones de personas viven en ambientes frágiles donde las crisis prolongadas, combinadas con servicios sanitarios precarios, presentan un desafío significativo para la salud global. O bien que hacia fines del 2017, 21,7 millones de personas que viven con VIH recibieron terapia antirretroviral, sin embargo más de 15 millones de personas todavía esperan tratamiento. O que 6 de cada 10 niños y adolescentes no están logrando un nivel de competencia mínima en lectura y matemáticas.

Podríamos seguir enunciando datos con una precisión que nos permitiría tener en detalle el diagnóstico país por país, región por región, pero lo que no podemos sostener en el tiempo es esta verdadera pandemia que es la desigualdad. Desigualdad que pone a la luz, más que nunca, las diferencias en los sistemas de salud, en el acceso a la tecnología (hoy con mayor claridad se observa la indefensión de vastos sectores de la población infantil sin acceso a la escolaridad), en definitiva, el desarrollo de modelos económicos que profundizan la pobreza multidimensional.

Tarde o temprano el COVID-19 pasará, pero la mayor enseñanza debe ser el gran debate sobre la solución de los problemas endémicos de las sociedades contemporáneas. Por ello, la disyuntiva del cara o ceca será superada con una mayor inversión en Educación, Salud, Ciencia y Tecnología, esa será la mejor vacuna.

(*) Jorge H Tissera es Profesor de Historia, Especialista en Políticas de Integración y Rector de la Fundación Universitaria Dr. René G. Favaloro.

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