Por José Selles-Martínez (*)
Homenaje a quienes padecieron la viruela y a quienes, desde distintos lugares y en diferentes épocas y geografías, se propusieron y lograron su control y erradicación.
(Parte “A”)
"Para observar mejor cómo evolucionaba la infección, inoculé la viruela vacuna a un niño sano de ocho años. La vacuna procedía de una pústula del brazo de una ordeñadora, a quien había contagiado la vaca de su señor. El 14 de mayo de 1796 se la inyecté al niño a través de dos cortes superficiales en el brazo, cada uno de los cuales tenía la anchura de un pulgar.
El séptimo día se quejó de pesadez en el hombro; el noveno, perdió el apetito, tuvo algo de frío y un ligero dolor de cabeza; durante todo el día se encontró enfermo y pasó la noche inquieto, pero al día siguiente volvió a encontrarse bien. La zona de los cortes evolucionaba hacia la fase de supuración, ofreciendo exactamente el mismo aspecto que adquiere la materia virulosa. Para cerciorarme de que el niño, levemente infectado por la viruela vacuna, había quedado realmente inmunizado contra la viruela humana, el 1 de julio le inyecté materia virulosa que había extraído con anterioridad de una pústula humana. Se la apliqué profusamente mediante varios cortes y punturas, pero no dio lugar a ningún ataque de viruela. En los brazos aparecieron los mismos síntomas que provocan las sustancias virulosas en los niños que han sufrido variola o viruela vacuna. Al cabo de unos meses, le volví a inocular materia virulosa, que en esta ocasión no produjo ningún efecto visible en el cuerpo".
Este breve relato del médico inglés Edward Jenner (1749-1823) describe uno de los hechos más trascendentes en la historia de la salud humana, un punto de inflexión a partir del cual nada volvería a ser igual y, como resultado del cual, millones de personas en todo el mundo han podido superar inmunes el flagelo de la viruela hasta lograr su erradicación en la segunda mitad del siglo XX.
La viruela
Desde el punto de vista epidemiológico la viruela ha sido una de las enfermedades más importantes, ya que no sólo ostentaba una muy alta tasa de letalidad (hasta un 30% de casos y aún mayor en la población infantil), sino que quienes sobrevivían a ella conservaban las cicatrices causadas por las pústulas y en algunos casos, llegaba a producir la ceguera. Muchos personajes históricos fallecieron a causa de la enfermedad, incluyéndose en la lista a Ramsés V, que vivió en el siglo XII a.C. durante un período que constituye el registro más antiguo de epidemia de viruela, al emperador japonés Go-Komyo (1633-1654), el mexica Cuitlahuac (1476-1520), hermano y sucesor de Moctezuma, que sólo pudo reinar 80 días, a María II de Inglaterra (1662-1694) y al penúltimo Inca, Huayna Capac (1467-1525).
Otros personajes históricos conservaron para siempre las marcas de la enfermedad; entre los que puede mencionarse a la reina Isabel I de Inglaterra (1533-1603), quién contrajo la enfermedad en 1562 (cuando tenía 29 años) y adoptó la costumbre de utilizar un maquillaje blanco a base de plomo para ocultar las marcas en su rostro. Esta “máscara” blanca, con el que aparece retratada a partir de entonces, puede apreciarse en el óleo de autor anónimo realizado alrededor de 1675, cuando la reina tenía 42 años y en otros retratos de ella realizados con posterioridad a su contagio
Luis XV (1710-1774), heredó el trono de Francia a los cuatro años al producirse la muerte de su bisabuelo Luis XIV en el año 1714, debido a que el sarampión y la viruela habían hecho estragos en la línea dinástica, falleciendo él también de esta enfermedad. La presencia de nombres como W. A. Mozart (1756-1791) y L. van Beethoven (1770-1827) entre los músicos o A. Lincoln (1809-1865) y J. Stalin (1878-1953) entre los políticos, junto a los mencionados previamente, dan testimonio de la presencia constante de la viruela en todas las épocas, las geografías y las clases sociales. Se ha estimado que, hacia fines del siglo XVIII, casi una duodécima parte de la población europea fallecía anualmente por esta causa y su incidencia y su aparición eran tan frecuentes que se menciona el caso de que en determinadas regiones no se daba nombre a los niños hasta que sobrevivieran a la viruela. La asiduidad y contagiosidad de la enfermedad dio también ocasión para que surgiera el dicho popular “Del amor y la viruela pocos se salvan”.
Si bien afectó con intensidad a casi todo el mundo, parece haber sido desconocida en América antes de la llegada de los europeos por lo que, dada la ausencia de individuos previamente inmunizados, causó enorme mortandad entre las poblaciones nativas. En Oriente se identificaba a la viruela con un demonio o divinidad que la causaba y se construían altares y se ofrecían ofrendas para que no afectara a los miembros de la familia. El grabado en madera (coloreado en dos versiones diferentes) que muestra al samurai Minamoto-no-Tametomo (1139-1170), famoso por su habilidad con el arco, derrotando al demonio de la viruela es obra de Tsukioka Yoshitosh (1839-1892), el último gran maestro del arte japonés del grabado en madera (denominado ukiyo-e) y forma parte de la serie Nuevas formas de treinta y seis fantasmas, realizada entre 1889 y 1892.
Una temática afín se presenta en el grabado en madera coloreado realizado hacia 1852 por Utagawa Yoshikazu (activo entre 1850 y 1870) que representa al héroe Chinsei Hachiro Tametomo ahuyentando al demonio de la viruela de la isla de Oshima.
Así como los hititas se quejaban de que los egipcios habrían contagiado exprofeso sus tropas con una enfermedad y como la peste del 1348 habría sido contagiada a los defensores europeos de Jaffa por los mongoles que, diezmadas sus tropas por la epidemia, habrían arrojado los cadáveres infectados por sobre las murallas de la ciudad, otro episodio de “guerra bacteriológica” se asocia a la viruela. En este caso, ocurrido en 1763 en la región de los Grandes Lagos de América del Norte, los oficiales ingleses “regalaron” a los indígenas que se habían sublevado contra los colonos, mantas provenientes del hospital donde se atendía a los enfermos de viruela en Fort Pitt (actual Pittsburgh). Esta acción se encuentra documentada en la correspondencia de sus principales ejecutores. El grabado inserto en el libro “An historical account of the expeditions against the Ohio Indians, in the year 1764…” publicado en Londres en el año 1765, reproduce un encuentro entre el Coronel Henry Bouquert (1719-1765), mercenario suizo al servicio de las tropas inglesas (y uno de los implicados en la infame acción), y los indígenas, en un episodio que tuvo lugar en el marco de este conflicto bélico. El autor del dibujo es Benjamín West (1738-1820), un reputado artista de origen americano, y el grabador Charles Grignion (1721-1810).
Así como los hititas se quejaban de que los egipcios habrían contagiado exprofeso sus tropas con una enfermedad y como la peste del 1348 habría sido contagiada a los defensores europeos de Jaffa por los mongoles que, diezmadas sus tropas por la epidemia, habrían arrojado los cadáveres infectados por sobre las murallas de la ciudad, otro episodio de “guerra bacteriológica” se asocia a la viruela. En este caso, ocurrido en 1763 en la región de los Grandes Lagos de América del Norte, los oficiales ingleses “regalaron” a los indígenas que se habían sublevado contra los colonos, mantas provenientes del hospital donde se atendía a los enfermos de viruela en Fort Pitt (actual Pittsburgh). Esta acción se encuentra documentada en la correspondencia de sus principales ejecutores. El grabado inserto en el libro “An historical account of the expeditions against the Ohio Indians, in the year 1764…” publicado en Londres en el año 1765, reproduce un encuentro entre el Coronel Henry Bouquert (1719-1765), mercenario suizo al servicio de las tropas inglesas (y uno de los implicados en la infame acción), y los indígenas, en un episodio que tuvo lugar en el marco de este conflicto bélico. El autor del dibujo es Benjamín West (1738-1820), un reputado artista de origen americano, y el grabador Charles Grignion (1721-1810).
La variolización, una práctica cuyos orígenes se pierden en las brumas orientales
Originado en el Lejano Oriente, el procedimiento llamado “variolización”, que consistía en inocular material proveniente de las pústulas de individuos enfermos en individuos sanos, se habría practicado en la India con anterioridad al siglo VIII y en China, ya en el siglo X, aunque los registros documentales son muy posteriores. Los manchúes, al momento de controlar el imperio chino, son atacados severamente por la viruela, enfermedad que prácticamente desconocían, y el mismísimo emperador Shunzhi (1643-1661) fallece por culpa de esta enfermedad, siendo sucedido en el trono por su hijo Xuanye (1654-1722), quién es elegido porque la había padecido pero sobrevivió a ella.
En una enciclopedia médica, el “Espejo dorado del aprendizaje de la medicina” impresa en el año 1742 por orden imperial, se ilustran profusamente los efectos de la enfermedad y se describen los diferentes métodos utilizados para promover la inmunización: poner a los sanos en contacto con ropa de enfermos, inocular pus fresco e inocular costras disecadas. Uno de los métodos de inoculación consistía en insuflar el polvo de las costras en la nariz del individuo con un tubo delgado, de modo que ingresara en el sistema respiratorio.
Es interesante destacar que si bien la vacunación del pequeño James Phipps el 14 de Mayo de 1796 habría marcado el inicio del desarrollo de la vacuna y es la fecha que ha pasado a la historia, no era esta la primera vez que Jenner encaraba el tema. El grabado coloreado a la acuarela (sin fecha ni lugar de edición) realizado por Jean Claude Manigaud (1825-1893) sobre un original de Edouard Jean Conrad Hamman (1818-1889) titulado “Edward Jenner (1749-1823). La primera vacunación” representa la inoculación del propio hijo de Jenner (también llamado Edward) cuando contaba diez meses de edad, en el año 1790. El niño está sostenido por su madre y puede verse al ama, que acomoda la manga luego de habérsele extraído el pus. La vaca sostenida por un hombre, visible a través de la ventana, indicaría el origen de la infección del ama del niño, aunque se discute si el procedimiento habría sido una vacunación anticipada o una variolización. Más allá de esta discusión, llama la atención en el cuadro que Jenner se ocupara de este menester equipado con ropa de calle, botas de montar y calzando espuelas cuando se supone que está en su propio hogar…
Existen numerosas obras que evocan la primera vacunación realizada por Jenner, muchas de ellas realizadas más de 100 años después, entrado ya el siglo XX, de las que se reproduce a continuación una selección. La más difundida es “Edward Jenner realizando su primera vacunación en James Phipps, un niño de 8 años, el 14 de mayo de 1796”, óleo sobre tela de E. Board (1877-1934) realizada hacia 1910.
En el óleo titulado “La primera vacunación de E. Jenner en 1796”, pintado en 1879 por Gastón Mélingue (1840-1914), el episodio se desarrolla en otro escenario, esta vez al aire libre. El yugo que puede verse en el suelo se utilizaba para el transporte de los baldes de leche y recuerda la condición de ordeñadora de la mujer que se venda la mano y que ha suministrado el pus para el tratamiento.
En el año 1960 la compañía farmacéutica Parke Davis encargó al artista Robert A Thom (1915-1979), una serie de ilustraciones para la obra “A History of Medicine in Pictures”, de la que forma parte “La erradicación de la viruela”.
La litografía de Eugéne Ernest Hillemacher (1818-1887) titulada “Edward Jenner vacunando a un niño”, realizada en 1884, evoca una escena de vacunación, pero ya no con el pequeño James como co-protagonista.
Pero no sólo la vacunación a cargo de Jenner ha sido llevada al arte. Muchos cuadros realizados en el siglo XIX reproducen episodios de vacunación a cargo de otros profesionales de los cuales también se han seleccionado algunos como referencia. La obra de Constant-Joseph Desbordes (1761-1827) muestra al médico francés Jean Louis Alibert (1768-1837) practicando la vacunación. Desbordes es uno de los fundadores de la dermatología, disciplina que ejerció en el Hospital Saint-Louis, en Paris, y escribió dos obras referidas a sus observaciones durante la práctica hospitalaria y al planteo de una clasificación de las afecciones de la piel. Las vacas que pastan en el prado, al fondo de la composición, recuerdan el origen del procedimiento de inmunización.
La obra de Louis-Léopold Boilly (1761–1845) denominada “Un hombre vacunando a un niño sostenido por su madre y observado por los miembros de la familia” o simplemente “La vacunación” es un magnífico ejemplo del ambiente de expectación que debe haber rodeado en la época cada episodio de vacunación, sobre todo cuando se trataba de niños de corta edad.
En la obra “Vacunación de niños contra la viruela” de Vicente Borrá y Abellá (1867-1945) pintada hacia 1898, el ambiente cambia radicalmente. La escena sale del ámbito hogareño en el que la familia es protagonista del evento y se traslada a un espacio público, posiblemente un hospital (obsérvense la botella de suero y la vitrina con instrumental sobre el borde izquierdo del cuadro). El artista muestra ahora un médico practicando la vacunación en un grupo de niños, acompañados sólo por sus madres. Si bien la obra pertenece al Museo del Prado, Madrid, se exhibe en el Museo Municipal de Málaga y, curiosamente, en su descripción oficial se menciona que en el primer plano “se distingue parcialmente un caballo utilizado para mantener activos los virus.”, cuando en realidad se trata de una vaquilla.
Con el paso del tiempo la vacunación se hizo obligatoria, práctica que se hizo aún más rigurosa al intensificarse los movimientos migratorios característicos de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX. Muchos medios de comunicación (revistas, periódicos) se hacen eco de estas actividades y reproducen escenas de la vacunación compulsiva de los migrantes. La ilustración titulada “Vacunando a los pobres” se asocia a la epidemia de 1872 en Nueva York y representa a un grupo de personas de diversos orígenes y escasos recursos, que observan con curiosidad cómo un joven, con su brazo tatuado, es inoculado por un miembro del cuerpo de sanidad en la Estación de Policía de la ciudad.
El influyente periódico neoyorkino Harper´s Weekly publicó a principios de 1883 un dibujo de William Allen Rogers (1854-1931) titulado “Servicio de control de los inmigrantes” que ilustra a un médico inoculando a un niño en brazos de su madre a bordo del tren, mientras otro de los pasajeros observa con curiosidad la marca que le ha quedado en el brazo.
En ocasión de la epidemia de viruela que afectó a Sidney en ese año, la ilustración publicada el 27 de Julio 1881 por el periódico Illustrated Australian News de Melbourne, cuyo título es “El temor de la viruela-precauciones fronterizas- ¿Alguno tiene viruela?” muestra a un guarda interrogando a los pasajeros. La misma imagen se publicó poco después, el 6 de agosto, en el periódico Sidney Mail, de esa ciudad, con el título “Escena en la Estación de Ferrocarril de Albury. ¿Viruela en este compartimento?”, circunstancia que permite suponer que ambos periódicos compartían parte de sus materiales, pero en ninguno de los dos casos se hace mención del autor del grabado.
El aumento de la población en las grandes ciudades y la aparición contínua de episodios epidémicos lleva a la construcción de hospitales de acuerdo a las normas de higiene y sanidad que se van imponiendo con fuerza en la segunda mitad del siglo XIX. “Sala en el Hospital de Viruela de Hampstead con pacientes y enfermeras” se publicó en 1871, en el periódico Illustrated London News y en él puede verse la importancia dada a la iluminación y la ventilación de las salas en un hospital construido en el área de Hampstead (Londres) con motivo de la epidemia de viruela del invierno de 1870-1871.
El tono satírico que en siglos anteriores presentaban obras como “Los médicos de la Peste” es retomado también con el tema de la vacunación. Así lo atestiguan numerosos grabados coloreados muy populares durante el siglo XIX que reproducen diferentes escenas como alegorías del origen de la vacuna, las campañas itinerantes de vacunación o escenas de vacunación, siempre en tono de burla. Jean Louis Argaud de Barges (1768-1808) fue un dibujante e impresor que realizó numerosos grabados coloreados sobre el tema. En el titulado “La vacuna en lucha con la Facultad” simboliza la vacuna, representada por una vaca, combatiendo a quienes se oponían a ella, representados por un burro ataviado con ropas académicas.
En la extensa colección de impresos del Barón Carl de Vinck (1859-1931), que es actualmente patrimonio del Gabinete de Estampas de la Biblioteca Nacional de Francia, existe mucho material referido a la vacunación. Dos aguafuertes, de las que no se cuenta con datos de autor ni fecha, presentan distintos aspectos del tema en tono satírico. En la titulada “El origen de la vacuna” puede verse como un personaje ofrece a otro el material raspado de las pústulas de la vaca, mientras un tercero inspecciona con una lupa el brazo de la lechera, que lleva sobre sus hombros el yugo utilizado para transportar los baldes de leche. No es claro el significado del barco que se hunde, pero sin duda debe hacer referencia a algún negocio que la vacuna llevaría a la quiebra. La lámina que lleva por título “La vacunación a la moda” contrasta por su espíritu burlón con las escenas de vacunación en el ámbito familiar que se han presentado unos párrafos más arriba. En ella, una mujer embarazada contempla emocionada, con una mano apoyada sobre su corazón, como su hijo pequeño es vacunado por un médico algo estrafalario, mientras su ayudante distrae el niño con una marioneta.
En la estampa correspondientes a “La vacuna en viaje” se satiriza a los (¿falsos?) médicos que, a bordo de un carruaje, pregonan la llegada de la vacuna, anunciando que ellos la administran, así como muchas otras medicinas que se enumeran en el pliego que cuelga de la mano del personaje de pie sobre el carruaje. El dibujante propone un juego de palabras entre “dindonner” que significa “engañar” y “dindon” que significa “pavo”, lo que explica la presencia de un pavo desplumado en las manos del personaje de la izquierda, sobre el carruaje, pronosticando que, probablemente, lo mismo le ocurra a los incautos que caigan en manos de los charlatanes. La versión en blanco y negro se ha modificado la escena del primer plano y se incorpora a otro personaje, que muestra otros grabados satíricos sobre el tema y que han sido también identificados en la colección de la Wallace Foundation.