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Frases con historia

Por Luis Zamar

Seguimos firmes con “Frases con historia”. Si bien continuamos con aquellas que acuñan tradiciones, tiempos y orígenes diversos, hoy comenzaremos a incorporar al final del listado, expresiones de mayor uso local, rescatadas del libro “100 palabras en la lengua de los argentinos”, las que seguramente serán rápidamente reconocidas por la mayoría de Uds.

De hacha y tiza

Es una expresión que se aplica a cualquier enfrentamiento encarnizado y que data del tiempo del duelo criollo y los malones. En los encuentros cuerpo a cuerpo, el gaucho usaba el facón tratando de clavar, o bien hacerlo de plano, para herir como quien hacha un árbol, al otro. En su famosa pelea con el Moreno, Martín Fierro relata que acabó con él “dándole de punta y hacha". La referencia a la tiza tiene su antecedente en la guerra contra el malón, pues cuando el poblado o un vivac eran sorprendidos por la indiada, sus defensores recurrían a los tizones del fogón. Por eso, de un peleador de coraje se decía que era capaz de luchar tanto con el cuchillo, como con un palo encendido. Con el tiempo, tizo o tizón se deformó y quedó como tiza.  De “hacha y tiza” también se le llama a una discusión muy violenta o a un partido de futbol duro y temperamental.

De paso cañazo

Hacer algo “de paso cañazo” es entre nosotros, “obrar de refilón”. Aprovechar el tiempo y el esfuerzo insumidos en una actividad, para realizar simultáneamente otra adicional, por lo general impensada. Ejemplo: vamos a la verdulería y de paso cañazo, ya que está al lado de la carnicería, compramos el asado. El dicho nació de un refrán español ”al ave de paso, cañazo” cuyo sentido era muy distinto: aconsejaba a los habitantes de un lugar, tratar mal al extraño que no iba a volver a él.  En especial, sugería a los comerciantes abusar de quienes no eran sus clientes habituales. Algo para nada hospitalario, que alentaba a dar con la “caña” (o con una “caño”, como solemos decir) al pobre tipo en tránsito y que desconocía las costumbres del lugar. Al llegar a América la frase conservó la rima pero cambio de forma, el contenido y también la mala fe de su intención por una inocente picardía: llevarla a cabo como quien no quiere la cosa, por la simple razón del “ya que estamos”.

De punta en blanco

En los ejercicios para combate, los caballeros medievales empleaban armas de hierro ordinario, que carecían de filo y que llevaban en la punta un botón, como los floretes con los cuales se aprende esgrima. Recibían el nombre de armas negras, en oposición a las que se usaban en los torneos, que eran de acero filoso y tenían el extremo afilado. O como se decía entonces, la punta en blanco. En esas lizas, los contendientes se presentaban ante el árbitro o maestro de armas acompañados de sus escuderos, quienes portaban los yelmos con sus penachos y los respectivos escudos. La gran pompa de esta ceremonia con música de fanfarrias y el espectáculo de las armaduras relucientes y los estandartes al viento, quedaron asociados a la frase “estar de punta en blanco” que tomó el sentido de mostrarse con las mejores galas. Pasaron los tiempos feudales, pero el dicho subsiste, solo que ahora la solemos utilizar para elogiar la elegancia y pulcritud de la vestimenta de alguna persona.

Defenestrar a un funcionario/persona

Es corriente leer en los diarios que un funcionario importante o una persona, fue defenestrada. Etimológicamente defenestrar, que es herencia del latín fenestra (ventana), significa tirar por la ventana. La expresión nació en mayo de 1618, con la llamada defenestración de Praga. La promovieron los protestantes de Bohemia  (hussitas) como reacción contra un cierre de capillas que violaba las normas de libertad religiosa impartidas por el católico emperador Matías. Al no recibir satisfacción a sus reclamos, los protestantes irrumpieron en el palacio real y arrojaron por las ventanas a los dos regentes imperiales y a varios de sus consejeros más fanáticos. Actualmente, la versión acompaña la idea de que una persona o funcionario gubernamental fue separado o expulsado de su cargo en forma abrupta, sin relacionarlo con el paso por una ventana.

Del tiempo de Maricastaña

Cuando se mencionan los tiempos de María Castaña (o Maricastaña, como se usa hoy más comúnmente entre nosotros), se suele pensar en un ser imaginario y en un tiempo indeterminado. Las crónicas de Galicia, sin embargo, hablan con bastante detalle de esta mujer bravía, que era una rica hacendada y estaba casada con un tal Marín Cego. Ella tomó parte activa, en las luchas que los plebeyos libraban contra los señores feudales que querían despojarlos de sus tierras. En una de esas guerras, fue acusada de intentar dar muerte al mayordomo de un obispo (otros afirman que al propio obispo de Lugo) con la ayuda de su marido y de sus dos cuñados. El 18 de junio de 1386 hizo una confesión por escrito de sus agravios a la iglesia y fue condenada a ceder todos sus bienes a la catedral de Lugo. Como se ve, no se trata de una época perdida en las brumas de un pasado remoto. Los tiempos de María Castaña transcurrieron hace seis siglos y algunos pocos años más. Es decir, haciendo alusión a un acontecimiento, nos referimos a un tiempo del pasado, muy antiguo o indeterminado.

Chabón

Desde el tango El firulete que dice “Vos deja nomás, que algún chabón chamuye al cuete y sacudile tu firulete...” hasta After chabón, el último disco de la banda de rock Sumo, esta voz del lunfardo se instaló en la cultura argentina como sinónimo de muchacho, tipo o pibe. El término deriva de chavó (del idioma caló, usado por el pueblo gitano), que significa joven, muchachuelo. De allí provienen, también, algunas variantes como chavo y chaval, empleadas en diferentes países de habla hispana.

Che

Es una de las palabras que más nos identifica en el mundo. Casi como una seña personal. La usamos para llamar la atención del otro, para quejarnos o simplemente como interjección. La historia más difundida sostiene que es una voz mapuche que significa gente. Sin embargo, otra teoría señala que proviene de Valencia (España) donde le dan usos similares a los nuestros. Ernesto Guevara, ya que de Che hablamos, debe su apodo a la recurrencia con que empleaba la muletilla en su discurso coloquial.

Choripán

A mediados del siglo XIX, los gauchos que habitaban las zonas rurales del Rio de la Plata dieron origen a una de las minutas que más caracteriza los domingos de los argentinos: el choripán. El término, que es un acrónimo de chorizo y pan, nació en los tradicionales asados gauchescos, cuando comer una achura entre dos trozos de pan empezó a ser costumbre. Hoy, a esta denominación que ya es un símbolo identitario de nuestro vocabulario, se le acoplaron dos sándwiches más: vaciopán y morcipán.

Dulce de leche

“Más argentino que el dulce de leche” dice la expresión popular. Sin embargo son varios los países que se atribuyen su creación. Nuestra versión cuenta que esta delicia nacional nace de una casualidad. En 1829, Juan Manuel de Rosas esperaba a Juan Lavalle, su enemigo político, en una estancia. La criada hervía leche con azúcar para cebar el mate y olvidó la preparación por largo tiempo en el fuego. Aun así, Rosas quiso probar la sustancia espesa y amarronada que se había formado en la olla. Para sorpresa, le encantó y decidió bautizarla dulce criollo.

 

Como siempre decimos: disfruten esta entrega y ¡los esperamos en la próxima!

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