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AÑO 1 - Nº 3

Cuando Ymcapolis aún era un mar… y estaba cerca del Polo

Por José Sellés-Martínez


Allá lejos y hace tiempo, antes aún de que los dinosaurios hicieran su aparición sobre la Tierra, nuestro querida Sierra de la Ventana no era tal… ni estaba donde está ahora.

En las cercanías de la confluencia del arroyo El Negro con el río Sauce Grande, en el extremo sudeste del predio de Ymcapolis, pueden verse unas rocas particulares, que nos cuentan una historia muy interesante que contribuyó a cimentar las propuestas acerca de la existencia del supercontinente Gondwana y la deriva de los continentes en el momento en estas ideas estaban en el centro del debate geológico.

El desmembramiento de la Pangea
Corría el año 1912 cuando Alfred Wegener publica su propuesta acerca de los desplazamientos laterales de los continentes y de la existencia de un antiguo supercontinente denominado Pangea que, hace unos 200 millones de años se había fragmentado en dos partes, Gondwana y Laurasia, las que a su vez también se fragmentan y dispersan en diferentes direcciones para dar lugar a la configuración que se observa actualmente. Si bien Wegener no fue el primero en realizar esta propuesta, si fue quién la publicó en forma de trabajo científico e intentó explicar los mecanismos que hicieran posible el desplazamiento de los continentes sobre la superficie del planeta. Esta teoría encontró grandes opositores y férreos defensores y, con el paso del tiempo y el progreso de la investigación, logró finalmente imponerse. Hoy en día nadie discute que los continentes se desplazan solidariamente con las placas litosféricas en los que están integrados y que, a lo largo del tiempo geológico han recorrido largos y complejos caminos para chocar y dispersarse una y otra vez.

El primer elemento que llevó a considerar que los continentes pudieron estar unidos fue la llamativa semejanza de los contornos de América del Sur y África en ambas orillas del océano Atlántico. Ya en el 1595, Abrahm Ortelius, cartógrafo al servicio de Carlos V, llamó la atención sobre este rasgo y escribió “Los vestigios de la ruptura aparecen por si mismos si uno toma un mapa del mundo y observa cuidadosamente los contornos de los continentes”, pero murió dos años después sin proponer ningún tipo de explicación para el proceso.

A la similitud geométrica se unió luego una característica aún más contundente: la geología a ambos lados del océano era sorprendentemente similar. Ya no era cuestión de forma sino también de contenido. Los geólogos de la primera mitad del siglo XX, interesados en demostrar la corrección de la propuesta de la deriva continental, se ocuparon de estudiar a fondo las rocas de un lado y otro del Atlántico y visitaron, entre otros lugares, las montañas del Cabo, en Sudáfrica y la Sierra de la Ventana, en nuestro país. Se encontraron en ambos lugares con secuencias de rocas muy similares, depositadas en tiempos geológicos equivalentes, reforzando la correlación entre las mismas.

Pero, entre todo el conjunto, había un tipo muy particular de roca que los geólogos asocian con la actividad de los grandes glaciares (como los que se desarrollan en la Antártida o en Groenlandia) denominados “de calota” para diferenciarlos de las lenguas glaciarias más pequeñas, denominadas “de tipo alpino”, vinculadas más al frío de las altas montañas que al de las regiones polares. Este tipo de rocas, denominado comunmente “tillita”, no aparecía sólo en la Sierra de la Ventana y en las montañas del Cabo, aparecía también en determinados lugares de Brasil, la India, Australia… generando un desconcertante rompecabezas, ya que era prácticamente imposible que hubiera habido calotas glaciarias en todos esos lugares al mismo tiempo y a las latitudes en que se encuentran estos continentes en la actualidad.

Sin embargo, si se toman los continentes y se los relocaliza alrededor de la Antártida, ensamblando los márgenes coincidentes, todos los puntos en los cuales se han encontrado vestigios de la glaciación se agrupan en las altas latitudes, conformando una serie de cuencas marinas que rodean a la masa continental centrada en el Polo y en las que los sedimentos arrastrados por los glaciares y las corrientes fluviales hasta el mar y luego redistribuidas por las corrientes marina se acumularon y terminaron convirtiéndose en rocas.


¿Qué son las diamictitas?
Las rocas que podemos ver en Ymcapolis y que tanta importancia han tenido en la comprobación de la deriva de los continentes se denominan “diamictitas” y se caracterizan por la gran heterogeneidad en el tamaño de las partículas que las forman, que van desde las arcillas (invisibles a simple vista) hasta bloques que pueden superar el metro de diámetro. En este caso, las diamictitas se han formado a partir de depósitos de sedimentos originados en la erosión glaciaria, a lo largo de un proceso que comienza cuando los materiales son arrancados de las paredes montañosas por la acción abrasiva del hielo y transportados por el glaciar y luego por el agua de los arroyos que se originan en los frentes de los mismos hacia las cuencas marinas, donde se depositan formando una mezcla muy heterogénea de fragmentos de muy diversas composiciones y tamaños, que reciben el nombre de “till”. Estos sedimentos son luego compactados por el peso de otros sedimentos que se depositan sobre ellos y, lentamente, van transformándose en rocas como consecuencia de su “litificación”, al producirse la cementación de los diferentes fragmentos por materiales como la sílice o el carbonato de calcio, que son introducidos en el medio sedimentario por las soluciones circulantes.

En el proceso de deriva de los continentes, y como consecuencia de posteriores colisiones esas rocas fueron deformadas (plegadas y fracturadas) y elevadas a la superficie donde, al estar expuestas a los agentes erosivos formaron, en el caso que nos ocupa, los paisajes con que hoy nos recreamos y entre los que se extiende el predio de Ymcapolis.
Acceso al punto de observación de las rocas a las que se refiere el presente trabajo. El camino atraviesa la espesura del otro lado del puente colgante de Ymcapolis sobre el arroyo El Negro.
Se han marcado en blanco las zonas en las cuales se desarrollaba la actividad glaciaria hace unos 250 millones de años. Si todos los continentes se agrupan alrededor de la Antártida, la distribución de la actividad glaciaria adquiere un sentido que no tiene con la configuración actual de las masas continentales.
El predio de Ymcapolis tal como puede verse en Google Earth. Los afloramientos de las rocas de origen glaciario se localizan sobre la orilla, en las inmediaciones del punto A.
La roca está formada por fragmentos de otras rocas preexistentes de diversos tamaños, composiciones y formas. La atraviesan venillas de cuarzo blanco asociadas a la deformación que afectó a la región hace unos 250 millones de años
En primer plano los afloramientos de la Formación Sauce Grande en el ángulo sudeste del predio de YMCAPOLIS
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