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AÑO 4 - Nº 12

La YMCA y los inicios de la natación en Buenos Aires

José Sellés-Martínez y Daniel La Moglie

En un principio, allí estaba el río…

Bañarse en el río no era una costumbre de la clase aristocrática en tiempos coloniales, pero según parece no era una práctica desdeñada por la gente no tan preocupada por las apariencias que, durante los tórridos veranos porteños se refrescaba en las aguas “del río color de león” para nombrarlo con palabras de Leopoldo Lugones. El que las normas “de decoro” al tomar el baño debieran recordarse permanentemente mediante bandos y ordenanzas hace suponer que nunca llegaron a hacerse de cumplimiento habitual… A principios del siglo XIX las costumbres comienzan a cambiar y el crecimiento de la ciudad hace más intensa la vida en la ribera. Allí convergen pescadores, multitud de aguateros, los transportistas que cargan y descargan pasajeros y mercaderías entre los buques y el muelle y las playas, las lavanderas cuyos brazos y lengua no conocen el reposo y, cuando el tiempo lo permite y el calor lo exige, también los y las bañistas. El marino y artista E. Essex Vidal, quién anduvo por Buenos Aires en 1816/19 y en 1828/29, da cuenta de que las bañistas eran muy numerosas y que solían ingresar al agua en grupos, dejando sus ropas al cuidado de algún sirviente. Para desvestirse se cubrían con un amplio camisón que luego utilizaban como traje de baño. La figura 1, obra del humorista y dibujante Oski, ilustra los pormenores del relato de Essex Vidal.

Figura 1: Ilustración de Oski para el texto de E. Essex Vidal que describe el baño en el río en la primera mitad del siglo XIX. Fuente: Vera Historia de Indias, Ed.

Hacia mediados del siglo XIX las autoridades continúan publicando normas y, entre ellas, se menciona que to­do in­di­vi­duo que en­trara al río a ba­ñar­se debería hacerlo, a cual­quie­ra ho­ra que fuera, con “un traje bas­tan­te cu­bier­to de la cin­tu­ra aba­jo”. Los infractores eran conducidos al De­par­ta­men­to de Policía, don­de se les cobraba una mul­ta de 50 $ de la moneda corriente de la época, o en su de­fec­to, quedaban detenidos por 48 ho­ras, con el castigo adicional de que se pu­bli­caban sus nom­bres en los dia­rios.

La inauguración en 1918 del balneario en la Costanera Sur, con instalaciones sanitarias y áreas de recreo, fue ampliamente celebrada y el lugar resultó muy concurrido, como ilustra la figura 2. En vista del éxito obtenido, se instalaron allí confiterías y establecimientos en los que se realizaban actos culturales y espectáculos musicales. Como era de esperar, se dictaron estrictas normas que regulaban los horarios de baño, la vestimenta y el comportamiento en el lugar. En la década del ´70, cuando comenzó el relleno costanero y las espectaculares graderías de piedra Mar del Plata perdieron su propósito original, todo ese bullicio pasó a ser parte de la historia porteña.

Figura 2: El balneario construido en la Costanera Sur gozó de gran popularidad y, antes de que el lugar fuera rellenado en la década de 1960 con propósitos inmobiliarios que luego se vieron interrumpidos y que terminaron convirtiendo el área en la Reserva Costanera Sur, era visitado por una nutrida concurrencia. Fuente: Museo de la Ciudad, circa 1920.

Cuadro de textoLa comunidad británica, nuevamente promotora de la práctica deportiva

En 1863 Thomas Hogg (h) fundó un club de natación, el “Dreadnought Swimming Club”, cuya sede era un viejo pontón fondeado en el Río de la Plata a la altura de la bajada de la calle Chile, para acceder al cual utilizaban botes. Los socios del club de natación eran, en su mayoría, residentes ingleses y una minoría de argentinos vinculados a ellos. Casi todos los sábados por la tarde, antes de la hora del té, se disputaban las carreras de natación, que no excedían los 100 metros. Estas actividades fueron creando afición al deporte acuático y algunos clubes de remo incorporaron la natación a sus actividades, siendo el Riachuelo (en esa época en mejor estado sanitario que en la actualidad…) escenario de múltiples competiciones de nado. 

La “Pileta Balcarce”. Junto al río… pero con aguas límpidas

En vista de la creciente difusión de la natación y la imposibilidad de practicarla en invierno por los rigores del clima, William Alejandro Hayton (h), quién era socio del Dreadnought Swimming Club, decidió construir un natatorio en un terreno propiedad de su madre, viuda del comerciante inglés William Hayton, lindero al Molino San Francisco, en la calle Balcarce 80 (hoy 270). El natatorio se habría inaugurado en 1870 bajo la denominación “Pileta Balcarce” o "Baños Balcarce" e inicialmente era al aire libre. En la figura 3 puede verse el aspecto de ese sector de la costa (a escasos metros de la Casa de Gobierno) hacia el año 1890. El alto nivel del río, con toda seguridad en un episodio de creciente, llegaba hasta los mismos fondos de los edificios, cuya entrada principal era por la calle Balcarce. Se identifican claramente en el cuadro las estructuras de defensa contra las sudestadas representadas en el fragmento del catastro Beare que muestra la figura 4. Compárese también la fachada azul con techo a dos aguas que se ve en el cuadro con la que aparece en la fotografía de la figura 5, tomada muchos años después, cuando ya se había construido la avenida Paseo Colón.

Figura 3: La costa del río vista desde aproximadamente la calle Moreno hacia la Casa de Gobierno y la Aduana. Año 1889. Fuente: Estampas y Vistas de la Cuidad de Buenos Aires, 1599-1895. Moores, G. H., 1940, MCBA.
Figura 4: Fragmento del Catastro Beare, publicado en 1861, en el que se incluye la manzana en la que se instaló la Pileta Balcarce. Detalles de interés: La sombra proyectada por la torre del Molino San Francisco, que da cuenta de su altura, y el piletón de decantación del agua del río.

La pileta medía 33,33 metros por 10 metros de ancho, con una profundidad máxima de 3,50 metros y se llenaba con agua del río que se bombeaba a máquina desde el piletón del Molino San Francisco. Al desagotarla, las aguas volvían al río.

Otras versiones sugieren que la pileta habría sido construida por un alemán de apellido Lappermann y habría tenido otros dueños o administradores. El segundo de ellos, de apellido Tessier, sería quien realizó las obras para transformarla en pileta cubierta.

Figura 5: Fotografía (a) y detalle (b) de los fondos del “Gran Establecimiento Balneario”, según reza el cartel en la época en que ya se había rellenado el río y construido la actual Av. Paseo Colón. Detalle de interés: La ropa blanca tendida, probablemente toallas. Fuente: Gentileza Sr. Daniel Sale.
William Hayton le alquiló la pileta a Fernando Souritz y durante su concesión se iniciaron tanto la enseñanza de la natación, que estaba a cargo de dos profesores españoles, como los concursos y torneos de natación que eran organizados, generalmente, por las instituciones que hacían uso de la pileta. Al finalizar la década del ´30, cuando ya existían numerosos clubes y asociaciones que contaban con pileta de natación propia e instalaciones más modernas, la pileta Balcarce fue perdiendo relevancia y, finalmente, fue demolida. 

La YMCA se tira a la pileta
La Young Men’s Christian Association de Argentina (la “Yumen” de las viejas generaciones…) se funda en 1902 y muy rápidamente incluye entre sus actividades la natación. Es así que, el 19 de enero de 1906, se reunió en la sede de la YMCA (en ese momento Moreno 452), una comisión interna de seis asociados para discutir la posibilidad de organizar un club de natación, y E. W. Turner, J. C. Christensen y S. H. Sanders fueron comisionados para que proyectaran la organización del mismo. Diez días después se reunieron todos los interesados y aprobaron, con leves modificaciones, el proyecto de organización presentado por la comisión, dándose así por constituido el “Swimming Club”, que contaba con treinta socios fundadores y siendo designado Presidente el prestigioso médico Dr. L. G. Mulcahy, quien luego fuera el tercer presidente de la YMCA.  
En estas circunstancias la YMCA genera un convenio con la Pileta Balcarce y los miembros del Club de Natación se benefician con una tarifa preferencial de 6$ en lugar de los 7$ por sesión que costaba el servicio. El 2 de febrero comienzan las actividades de los miembros del Club y, en vista de que la actividad es intensa y fructífera, el martes 3 de abril se realiza el primer torneo del YMCA Swimming Club, en el que participan 13 nadadores que compiten en 11 eventos por los 17 premios establecidos. La figura 6 ilustra una de las competencias organizadas por la institución, que convocaban a un público entusiasta (masculino y de infaltable bombín o rancho encasquetado…) y eran difundidas por los medios de la época.
Figura 6: Concurso de natación organizado por el Swimming Club de la YMCA en la Pileta Balcarce. Fuente: Revista PBT, 1908

El sueño de la pileta propia

En agosto de 1912 la Asociación inauguró su edificio propio en Paseo Colón 161 que, entre sus prestaciones, ofrecía la práctica y aprendizaje de la natación, para lo que contaba con una pileta de 20 metros x 7,50 metros, lo que le permitió independizarse de la Pileta Balcarce. La figura 7 muestra el aspecto del edificio y la figura 8 el plano de la planta baja, en la cual se encontraba la pileta.

 
Figura 7: En la foto, tomada hacia el año 1938, que registra el área al sur de la casa de Gobierno, vemos el solar de la pileta Balcarce (rectángulo rojo en el detalle), en tiempos ya cercanos a su cierre y el edificio sede de la YMCA entre 1912 y 1938 en la Av. Paseo Colón 161 (círculo rojo), poco antes de ser demolido. Frente a ellos, del lado oriental de la avenida Paseo Colón, se ve la construcción de los cimientos del edificio del Ministerio de Guerra. Fuente: colección privada.
Figura 8: Plano de la planta baja de la sede de la YMCA en Paseo Colón 161. Se puede ver la pileta, de 20 x 7,50 metros y las instalaciones para ducharse y cambiarse en el sector interior del terreno. Es importante recordar que para estas fechas sólo había miembros varones en la institución, de ahí la inexistencia de vestuarios diferenciados.

Entre los primeros profesores puede mencionarse al Sr. Kallenberg, de origen sueco, a Tom Brotherton, a León Worward (quien también era maestro de gimnasia sueca) y al conocido nadador de aguas abiertas Enrique Tiraboschi, quien acababa de realizar la hazaña de nadar desde Tigre a Olivos en seis horas y media y que el 13 de agosto de 1923 alcanzaría renombre mundial al cruzar el Canal de la Mancha en 16 horas y 23 minutos, tiempo récord para ese momento (Figura 9a). Una figura fundamental de la natación argentina, Alberto Zorrilla, que poco tiempo después, en 1928 accedería al único oro olímpico para la Argentina hasta el día de hoy, entrenaba en la pileta de YMCA (Figura 9b).

 

Figura 9: Dos figuras fundantes de la natación en Argentina: a) Enrique Tiraboschi (1887-1948) retratado poco después de lograr “la hazaña del año”, tal como señala la portada, al cruzar el Canal de la Mancha en tiempo récord. Revista El Gráfico del 25 de agosto de 1923. b) Alberto Zorrilla (1906-1986), única medalla de oro en la natación olímpica argentina, en la tapa de una edición especial de El Gráfico en 1957 dedicada a las olimpiadas.

En el libro “El nadador y el agua”, su autor, José Gabriel un interesante y polifacético personaje de la primera mitad del siglo XX y que colaborara activamente con la YMCA, señala refiriéndose a las dos piletas que tuvo inicialmente la ciudad (la Balcarce y la de la YMCA), dice de esta última: “Era una cucharadita de agua limpia. La ocupaba toda con su corpachón y su vitalidad rebosante el sombrerero Tiraboschi, que le prometía al novicio un buen entierro y lo sacaba nadando a la primera zambullida: no había miedo posible tendiendo él los acogedores brazos en medio, frente al trampolín. Surgieron de allí en pocos años tandas de nadadores que abrieron por toda la urbe otras piletas y concluyeron derramándose en el “río rojo” a invalidar la fama de “barrigas agujereadas” que los orientales “carne de paloma”, en represalias, les habían hecho a los porteños. De aquel horno salieron instructores expertos como Grau, competidores nacionales como Stipanicic, un campeón mundial como Zorrilla, zambullidores ornamentales como Petigrew, y los mejores waterpolistas. Fueron Tiraboschi y Segado y otros sufridos hombres los maestros. La eficacia estaba en atrapar a los pibes, sin deformación mental aún, y modelarlos blanditos, no tanto para forjar competidores –eso venía por añadidura- como para iniciar hombres. Se arrojaban a la pileta canastos de pibes tímidos y se los sacaba mojarritas, escurridizos y barulleros, con una alegría sana que no les he visto en otra ocasión.”.

Casa nueva, pileta(s) nuevas

El crecimiento de la YMCA en la primera mitad del siglo XX es constante y obliga a la institución a encarar la construcción de nuevas sedes, para poder ofrecer a sus miembros mayores comodidades y nuevas actividades.  Los edificios se construyen ya de muchos pisos de altura y cuentan con espacios para el deporte, pero también para la cultura y el ocio. Bibliotecas, salas de lectura, restaurantes son parte del proyecto y muchas instituciones (como el Club de Gimnasia y Esgrima y la misma YMCA) construyen sedes imponentes, cuya localización en pleno centro porteño, asegura la facilidad de acceso y disfrute a sus miembros. Naturalmente, en estos nuevos edificios no pueden faltar las piletas de natación y, a falta de una, la YMCA construye dos, una en el subsuelo del sector delantero del edificio y otra en el 6° piso del sector posterior. La del subsuelo contaba con techo corredizo (hoy perdido por las reformas), mientras que la del 6° piso recibía luz y se ventilaba por los amplios ventanales que se abren a los patios de aire y luz. En los cortes arquitectónicos de la figura 10 pueden verse ambas piletas y la localización del techo corredizo.

Figura 10: Corte transversal del edifico de la calle Reconquista 439, en el que pueden verse ambas piletas de natación y la existencia del techo corredizo, un “lujo” de moda en muchos edificios de la época (como puede aún verse, por ejemplo, en el cine-teatro Ópera).
Los placeres no hacen descuidar las responsabilidades
En una institución fundada sobre sólidos principios morales y solidarios, el deporte es siempre un medio para mejorar en lo personal y servir en lo comunitario. Es por esto que, en la primera Asamblea Anual del Club de Natación, realizada el jueves 4 de octubre de 1906, por iniciativa de su presidente, el Dr. Lovat G. Mulcahy, se resuelve formar una sociedad de primeros auxilios en conexión directa con el Club.  Apenas cuatro días después, el lunes 8 de octubre, inicia sus actividades la “National Life Saving Association” (Asociación Nacional de Salvamento).  Mulcahy pronunció en esa oportunidad una conferencia en la que se refirió a “la importancia de la práctica de la natación y su valor humanitario, en cuanto permite el salvamento de vidas” y explicó cómo debía procederse para salvar la vida de quien se estaba ahogando.  La Asociación Nacional de Salvamento organizó inmediatamente un Curso de enseñanza del arte del salvamento, bajo la dirección de Charles L. Braun, quien poseía una amplia experiencia en la materia, adquirida en su trabajo de guardavidas en Australia. El propio Mulcahy complementaba las clases prácticas con enseñanza de Primeros auxilios y Respiración artificial. 
La Revista “Association News”, que editaba la Asociación en sus primeros tiempos, comentaba en su número de abril de 1907: “El Club de Natación de la ACJ puede sentirse orgulloso de ser el iniciador en el país de una institución que se propone algo más que enseñar a nadar para ganar premios o promover la competencia en el arte de la natación. Salvar Vidas es su lema y ¿qué puede haber más glorioso que dedicarse al estudio y preparación para el bien de los demás?”. No habían pasado aún siete meses del inicio de las actividades, cuando, el sábado 13 de abril de 1907 a las 20.30 horas, se ofreció en la Pileta Balcarce la primera demostración pública de salvamento realizada en el país. No se trató de un acontecimiento de menor relevancia. Estuvieron presentes el Director de Puertos, el Director de la Escuela Naval, un representante del Consejo Nacional de Educación, además de legisladores, autoridades policiales y de distintos organismos públicos, y cadetes de la Escuela Naval y de la Policía. El Dr. Lovat G. Mulcahy, Director de la Escuela de Salvamento, fue el orgulloso anfitrión del evento. Hubo varias pruebas de natación y saltos ornamentales entre miembros del Club Argentino de Natación y el Club de Natación de la YMCA, y la crónica de ese tiempo destaca que tuvo lugar "una carrera entre dos niñas". A continuación se efectuó la demostración de salvamento bajo la dirección de Charles Braun, que conmovió por su precisión y fue ovacionada por el público presente.  Braun declaró a la prensa que, en su amplísima experiencia, nunca había presenciado nada mejor.                                             
Entre 1907 y 1909 se realizaron otras importantes exhibiciones de natación, saltos ornamentales y de salvamento, lo que llevó a Mulcahy a escribir: “Nuestro Club de Natación puede estar orgulloso de su programa a favor no solamente de un ejercicio tan sano, tan noble y tan científico como la natación, sino por ser el iniciador en el arte de prestar auxilio a las personas en peligro de perder la vida por sumersión. Hay muchas dificultades que vencer” y agrega “Para una población como Buenos Aires, con 1.200.000 habitantes, hay una sola pileta de natación, lo que es una mancha para nuestra civilización.”.  
A partir de agosto de 1912, en que se inaugura la sede de Paseo Colón y la pileta propia, la actividad de salvamento se desarrolla allí. Pero en 1914, año en que Braun y los miembros del comité organizador renuncian para dirigirse a Europa a combatir en la Primera Guerra Mundial, la actividad se ve temporariamente interrumpida. Con el tiempo, la formación de guardavidas volvería a ser un rasgo distintivo entre las actividades formativas ofrecidas por la YMCA, que continúa hasta el día de hoy. Pero esta es otra historia que quedará para un próximo capítulo de LA YMCA TE LO CUENTA” …
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