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Frases con historia

Por Luis Zamar

Con solo navegar hacia los orígenes, descubrimos que la lengua española incorporó términos de diferentes pueblos indígenas del continente. Por eso, las palabras son herramientas que cuentan la historia de nuestra cultura. ¿Pero por qué los conquistadores quisieron sumar voces extranjeras a su vocabulario? Recién llegados a un mundo exótico, necesitaban de las locuciones nativas para denominar una realidad que les resultaba desconocida: objetos, animales, vegetación y alimentos que nunca habían visto. La flota de Cristóbal Colón, estableció su primer contacto con el pueblo taíno, aquel 12 de octubre de 1492 en las Bahamas. Hoy, sin saberlo, en nuestros diálogos cotidianos usamos palabras que descienden de las lenguas quechua (incas), náhuati (aztecas), mayas, mapuche o guaraní, con toda su riqueza y su capacidad para describir el mundo. Veamos entonces algunas de esas voces originarias.

Ananá

Es una fruta nativa de América del Sur, deliciosa, decorativa y habitualmente asociada con los climas tropicales. El vocablo de ananá proviene de nana, que en guaraní significa perfumado. Y fueron los colonizadores portugueses quienes adaptaron esta voz original guaraní, para acercarla al modo en que hoy la usamos en la Argentina. Otra de sus nominaciones, piña, se debe a Cristóbal Colón, quien al verla por primera vez (en 1493, en la isla de Guadalupe) pensó erróneamente que había encontrado un tipo de piñón de pino.

Cancha

Apasionados por el deporte, los argentinos repetimos frases que ya forman parte de nuestra genética. “El domingo vamos a la cancha” es una de ellas (y la añoramos, ahora en cuarentena). Como es sabido, cancha es generalmente el espacio que se destina a eventos deportivos, pero lo que pocos conocen, es que esta palabra proviene del quechua, lengua originaria en la que kancha, significa  lugar plano. La acepción que en la actualidad le damos a esta expresión, llegó con la práctica de la lidia de toros, y pronto se expandió a todos los deportes.

Canoa

Voz que denomina a un pequeño bote que se mueve con la fuerza humana. Canoa proviene del taino kanoa, y es el primer término que aportó el continente americano, a la lengua castellana. El mismo 12 de octubre de 1492, cuando Cristóbal Colón desembarcó en el territorio, que luego se llamaría América, describió en su libro de viaje, a los navíos con los que los habitantes se acercaron hasta su barco. Al día siguiente, ya se refería a estos como canoas, lo que transformó a esta palabra en un verdadero hito lingüístico.

Chocolate

Las culturas azteca y maya nos dejaron un placer irresistible, el xocoati (xococ, agrio; atí, agua). Con esta locución náhuati, aludían a la preparación del chocolate, que consistía en una mezcla de cacao molido, maíz y agua. En la sociedad azteca, el chocolate era tan importante que en muchos casos, las semillas de cacao, se utilizaban como moneda de cambio. Apenas fue llevado a Europa empezó a consumirse como bebida, pero fue en Méjico donde, ya en el siglo XVI, se le agregó azúcar y comenzó a adquirir un sabor más parecido al que conocemos hoy.

Chicle

Esta palabra deriva en tzictli, voz de la lengua náhuati que hablaban los aztecas. Sin embargo, la golosina favorita de chicos y grandes fue un invento de los mayas, quienes comenzaron la recolección de la savia de un árbol llamado chicozapote. Tras el secado de esa savia, se obtenía una goma masticable que se utilizaba principalmente para limpiar los dientes y, que con el tiempo, se convirtió en el dulce que consumimos en la actualidad (aunque ahora también se ofrezca sin azúcar).

Hamaca

El taíno, fue la primera lengua originaria con la que entraron en contacto los españoles, cuando llegaron a las Antillas. Por eso, en el diccionario existen muchas palabras con este origen. Al pisar suelo americano, Cristóbal Colón quedó sorprendido por este objeto de descanso que usaban los nativos. Lo llevó a Europa y modificó las costumbres de los marinos que, hasta entonces, se acostaban en el suelo de los barcos o en duros camastros. Inicialmente, las hamacas se tejían con la corteza del árbol de Hamack (de allí su nombre), pero luego este material se reemplazó por el sisal, que era más suave y elástico.

Tomate

Este fruto es otro legado del pueblo azteca. El término tomate, proviene de tomati (que significa agua gorda en náhuati, su lengua). Se cree que eligieron ese nombre, en relación a lo mucho que se hinchaba el fruto al madurar. El náhuati tiene muchas otras palabras finalizadas en ati, terminación que los conquistadores cambiaron por ate, para formar vocablos como malacate, cacahuate o petate. Gracias a su sabor y facilidad de cultivo, los tomates fueron prontamente aceptados en Europa.

Bien, retomemos entonces ahora, otras frases y dichos variados que se nos fueron incorporando a través del tiempo.

Irse al humo

Expresión muy nuestra que equivale a lanzarse atropelladamente en procura de algo. Existen dos versiones acerca de su origen, ambas relacionadas con la guerra contra el indio: la primera figura en la segunda parte del Martín Fierro de José Hernández, y se refiere a las llamadas que se hacían las tribus, para combatir en malón. “Su señal es un humito/ que se eleva muy arriba/ de todas partes se vienen/ a engrosar la comitiva (…) para formarla han salido/ de los últimos rincones.” La segunda versión la registra Lucio V. Mansilla quien en Una excursión a los indios ranqueles comenta: “El fuego y el humo traicionan al hombre de las pampas”, significando que una fogata mal apagada, o la pólvora que quemaban los fusiles, bastaban para que lanzas y boleadora acudiesen a la humareda.” La frase se ha modernizado, pero conserva su sentido original. Ya sea cuando un humito apetitoso nos impulsa a atropellar en busca de una porción de asado, o cuando un fallo dudoso, hace que el malón de una hinchada se vaya al humo contra el árbitro.

Irse al tacho

Esta expresión fue muy utilizada hasta mediados del siglo XX y aún hoy se puede seguir escuchando entre personas de mediana edad, o vinculadas al ámbito tanguero, ya que esta expresión viene del lunfardo. En primer lugar cabe aclarar que la palabra “tacho” tiene varios significados en el lunfardo. Uno de ellos es reloj; el otro, un taxi (y su correlativo “tachero”); el tercero, más vulgar, las “asentaderas” y por último, una vasija de metal de forma redondeada con o sin asas. Lo que importa, es que es el nombre con el que se designa al recipiente de la basura, de la ropa sucia, de pintura, etc. Pero, el tacho a que alude la frase, es un tacho con historia. “Se fue al tacho”, es una frase coloquial propia de Argentina, que significa derrumbarse, fracasar en el amor, en un negocio o empresa, en la vida o simplemente morirse. ¿Pero de qué tacho, hablamos? Deviene de los mataderos de principios de siglo. En su Nuevo diccionario lunfardo, José Gobello lo define así: “Caldera de gran tamaño utilizada en los mataderos primitivos, para obtener sebo mediante desechos de reses y trozos de caballos inservibles, que se hervían”. Por su parte, León Tenenbaum, en su libro Olores de Buenos Aires (editado por Corregidor), corrobora y amplía esa explicación. Un capítulo de su excelente obra, el titulado Graserías, describe como era recolectada esa materia prima maloliente, en las quemas y entre los residuos de las carnicerías, y que de allí, era llevada a un gran tacho en ebullición donde se fundía. El sebo enfriado se enviaba a las jabonerías, para fabricar con él un jabón muy ordinario: el jabón amarillo. No caben dudas que esta expresión porteña por derrumbarse, fundirse económicamente u otros fracasos, parecería sonar como un epitafio.

La caja de pandora

“Abrir la caja de Pandora” en cierto asunto, significa dejar que salgan a la luz, fallas o escándalos de consecuencias graves y muy amplias. Tomado de la historia de Pandora, la primera mujer, creada por Hefesto y por orden de Zeus, la caja de Pandora es un mítico recipiente de la mitología griega, que contenía todos los males del mundo.

La historia cuenta que Zeus, deseoso de vengarse de Prometeo por haber robado el fuego y dárselo a los humanos, presentó a Pandora al hermano de este, Epimeteo, quien a pesar del consejo de Prometeo de que no aceptara ningún regalo de los dioses, se casó con ella. Como regalo de bodas, Pandora recibió un misterioso pithos -una tinaja ovalada- (aunque actualmente sea citada y aceptada como una caja), con instrucciones de no abrirla bajo ningún concepto. Los dioses habían otorgado a Pandora una gran curiosidad, por lo que decidió, a pesar de esa advertencia, abrirla para ver qué había dentro, y al hacerlo, escaparon de su interior todos los males del mundo. Cuando por fin pudo cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza, el único bien que los dioses habían metido en ella (de esta historia surgió también la expresión “la esperanza es lo último que se pierde”). Lo que en un tiempo fue una dura crítica a la indiscreción femenina, hoy entraña una condena sin distinciones, a la falta de cordura de los seres humanos.

Por hoy, esta fue la última. ¡Hasta la próxima, aún tenemos más!

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