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Covid-19 y epidemias precedentes

Por Adriana Zilber

“Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”

 – Martin Luther King –

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha expresado esta semana en una conferencia de prensa que la Pandemia a la que nos vemos formalmente expuestos como tal, desde el 11 de marzo de 2020, se encuentra “acelerando” y que “estamos en una fase nueva y peligrosa”.

Pronunció, además, “Es comprensible que muchas personas estén hartas de estar en casa (y) los países están ansiosos de abrir sus sociedades”, y que “las medidas como el distanciamiento social, el uso de mascarillas y el lavado de manos siguen siendo críticos”.

Como vemos, mientras la ciencia continúa en una búsqueda incansable por hallar la respuesta farmacológica a la covid-19 (provocada por el virus SARS-CoV-2), la cantidad de gente que la contrae se multiplica alrededor del mundo. ¿Por qué este virus se convirtió en una Pandemia de la cual no existen precedentes?

Como explicamos en publicaciones anteriores, los coronavirus son una familia de virus que pueden ocasionar diversas enfermedades en animales y en seres humanos. En la actualidad, se conocen siete coronavirus causantes de ellas en humanos. En cuatro casos provocan simples resfriados y, además, pueden producir una infección grave en las vías respiratorias inferiores.

En los otros tres casos, los padecimientos expresan infecciones respiratorias de mayor gravedad. En el año 2002 conocimos el SARS-CoV (Síndrome Respiratorio Agudo Severo). En el año 2012 el MERS-CoV (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente). Y, recientemente, a fines del año 2019, el SARS-CoV2: el nuevo virus que causa la enfermedad de COViD-19.- Sin embargo, ni el MERS ni el SARS han sido tan peligrosos.

¿Qué es, entonces, lo que hace que el SARS-CoV-2 sea tan delicado? Sabemos que el virus se transmite por las gotas que expele un sujeto al estornudar, al toser o al hablar y que, además, logra sobrevivir en distintas superficies por horas. Y así, las personas pueden contraerlo si se tocan los ojos, la nariz o la boca, lo que comúnmente hacemos entre 10 y 20 veces por hora.

Pero lo que hace que este virus se propague con mayor rapidez es, sin duda, que una persona puede padecer la enfermedad, sin poseer síntoma alguno o, simplemente, presentando síntomas leves asociados a una gripe común.

Si lo comparamos con los otros coronavirus, encontramos que en el caso del MERS el contagio se da por contacto estrecho, lo que reduce su propagación. En el caso del SARS, los enfermos son sintomáticos, es decir que basta con aislar a la persona que presente síntomas compatibles con la enfermedad para detener la dispersión del virus. Además, la mortalidad es muy alta, lo que también reduce su propagación.

Es decir que la diseminación de un virus se ve favorecida cuando encuentra un equilibrio entre las formas de transmisión y la tasa de letalidad. Aquí radica la peligrosidad de la COVID-19, que crece rápidamente en todo el mundo, propagándose de manera exponencial. 

En este sentido, también se han realizado comparaciones con la Pandemia del año 1918, en la que se infectó un tercio de la población del mundo y en la que se calcula fallecieron 50 millones de personas. Pero resulta trivial intentar trazar este paralelo, por tanto en aquel momento, no se habían descubierto los virus ni sus posibles diagnósticos o tratamientos. El método de prevención y detención de la propagación de contagios de la enfermedad fue concientizar a la población en la adquisición de conductas de higiene personal, la implementación de la cuarentena, el aislamiento social, el uso de barbijos y el cierre de espacios públicos y escuelas.

Más recientemente, en el caso del Ébola, la OMS ha declarado en dos ocasiones la emergencia internacional. Pero tampoco podemos hallar analogías de relevancia ya que en este virus, el contagio se produce por el contacto de fluidos corporales y una vez que ya se manifiestan los síntomas.

Como vemos, la actual Pandemia no registra antecedentes. Pero aun así, las acciones globales basadas en experiencias previas, no se hicieron esperar. La OMS activó el plan I + D, que consiste en:

“una estrategia global y un plan de preparación que permite la rápida activación de las actividades de investigación y desarrollo durante las epidemias. El plan pretende mejorar la coordinación entre científicos y profesionales de la salud mundial para acelerar el diagnóstico, las vacunas y la terapéutica de este nuevo coronavirus”. 

Mientras tanto, el distanciamiento social es la medida más aceptada en gran parte de los países del mundo, en un claro y denodado esfuerzo por ralentizar el avance del virus, intentando aplanar la curva de contagios y la consecuente pérdida de vidas humanas.

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