Por Nancy Di Perna
La iniciativa del Día Internacional del Juego nació desde la Asociación Internacional de Ludotecas, con el objetivo de visibilizar la actividad de jugar, que es un derecho para cada niña y niño, en todas las etapas de crecimiento y desarrollo.
Durante la niñez, el juego es un recurso fundamental para el desarrollo a nivel social, físico, mental y afectivo. A nivel educativo, es una herramienta con el potencial para la construcción de normas, valores y la capacidad de desarrollo emocional. Los niños y niñas adquieren aprendizajes a través del juego, que moldea el carácter para enfrentar las situaciones futuras en la vida, jugar en el presente es crear su futuro.
Asimismo, jugar es una actividad universal, se ha perpetuado como algo natural de los seres humanos a lo largo de la historia, sin importar la edad, y se encuentra en las diversas culturas.
La actividad de jugar nos permite demostrar la sensibilidad, dar rienda suelta a la imaginación, desarrollar habilidades sociales, logrando combinar el pensamiento, el lenguaje y la fantasía.
Más allá de la práctica naturalizada del juego, es importante divulgar que es un Derecho, el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño lo expresa como "el derecho del niño al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes".
El juego es una actividad fundamental en la vida y nos da beneficios a cualquier edad y nos ayuda a hacer mantenernos en equilibrio emocional.
Jugar, un derecho fundamental en cualquier momento de la vida
El juego cumple un papel importante, algunos de los beneficios son:
Desarrollo físico y motriz: contribuye a la maduración nerviosa y estimula la coordinación de las diferentes partes del cuerpo. Se ejercitan la motricidad gruesa y fina y se desarrollan las capacidades sensoriales.
Fomento de la creatividad y de habilidades para la resolución de conflictos. Estimula su pensamiento abstracto y se aprende a resolver problemas imaginando posibles soluciones.
Promueve la capacidad de esfuerzo y de mejora personal. Vivir nuevas experiencias, equivocarse, acertar o llegar a la meta no solo crea zonas potenciales de aprendizaje en el cerebro sino que, además, afianza la autoestima.
Desarrollo emocional y social: de esa manera, los más pequeños aprenden a conocerse a sí mismos, a construir su representación en el mundo y también aprenden las normas sociales necesarias para integrarse en la sociedad.
Comprensión espacial, lectora y de cálculo: a través del juego es fácil comparar, relacionar, ordenar, clasificar, abstraer, solucionar, deducir, interpretar, representar…
Las propuestas prácticas de esta semana son: