La Argentina, y por ende los argentinos, tenemos por delante enormes retos. Son muchos y variados, en especial en el campo social...

 ...Allí donde la democracia tiene enormes deudas que no ha podido o querido saldar.

Desafortunadamente, los pasivos sociales traen aparejadas consecuencias que afectan la calidad de vida y el bienestar mínimo de los más vulnerables. Veamos, por ejemplo, lo que padecen los pobres o empobrecidos en salud, habitat, nutrición y educación.

El mundo atraviesa desde hace tiempo una profunda crisis en términos de comunidad. Gana terreno el individualismo desenfrenado y egoísta. Nos vemos unos a otros como adversarios en lugar de sentirnos compañeros de ruta con un destino común.

La sociedad líquida, caracterizada por el subjetivismo y el consumismo acelerado que todo lo convierte en descartable en poco tiempo, va imponiendo su infortunada lógica. Bien lo describía Zygmunt Bauman con intransigente verismo, en especial en su libro "Estado de crisis".

Cuando hay un problema, es de manual básico reconocerlo para procurar remediarlo. Ahora bien, hay problemas que no se superan sin esfuerzo, convicción y participación del conjunto de la ciudadanía.

Estamos concluyendo un año, azaroso como suele encarnar la Argentina. En pocos días , con el nuevo calendario comenzaremos a escribir un nuevo capítulo en nuestras vidas. Renace la esperanza, renovamos expectativas y ansiamos gozar de mayor felicidad. Para que estos y otros anhelos se materialicen se requiere de nuestra intervención. No cabe la pasividad ni la delegación de responsabilidades.

Entre las carencias argentinas correspondería incluir en el ranking la debilidad de la sociedad civil a través de sus organizaciones más trascendentes y reconocidas. Una sociedad civil más densa contribuye, a la vez, al fortalecimiento de la democracia. Mal que les pese reconocerlo a la sombría, en general, dirigencia política que supimos construir.

Platón sostenía que los estados deberían ser gobernados por filósofos. No pidamos tanto; simplemente aspiremos a que quienes gobiernan tengan ideas razonablemente claras y no ocurrencias caras y desatinadas

Datos: 13,5 millones de pobres, 48% de ellos niños argentinos de 0 a 14 años, la canasta básica de un jubilado, por lo bajo, es de 15 mil pesos y la inmensa mayoría cobra la mínima que no llega a ocho mil. Ante este panorama horroroso: la política, ¿dónde está? Otra pregunta: ¿cómo se asignan los recursos y cuáles son las prioridades?

Es vital el diseño y aplicación de políticas de desarrollo e ir abandonando las prácticas asistencialistas. Estas últimas sirven, y mucho, para la emergencia. El problema estructural se resuelve -siempre en el largo plazo y sin mentirle a la ciudadanía- con políticas de estado integrales e integradas. Claro, reclaman mayor esfuerzo, estudio, pensamiento y creatividad. Mucho más sencillo, y a la vez dramático en función de la dignidad humana, es conformarnos con subsidios permanentes.

Algunas reflexiones finales: por favor, no más respuestas simples a interrogantes complejos, en especial por parte de los políticos. La complejidad, aquí y en el mundo, es y será una actora insoslayable. Hay que abandonar sin retorno a aquellos dirigentes y supuestos referentes, públicos y privados, que hacen gala de una superficialidad agobiante. Son los que no terminan de comprender la inextricable tozudez de la realidad.

Norberto Rodríguez

Secretario General

Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA