Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, Pablo VI, el Papa 262° de la Iglesia Católica, la que gobernó en el período 1953-1978, es el autor de esta frase: “El escándalo de las disparidades hirientes”.

 

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Dicha frase data de hace cuatro décadas y no sólo no ha perdido vigor, sino que su dolorosa vigencia sigue campante en el escenario internacional. Esta realidad nos obliga como sociedad planetaria a una profunda introspección y a adoptar acciones distintas y distintivas para que este infortunio no continúe corroyendo la esperanza y sumergiendo en la desazón a centenares de millones de personas. Esto es aplicable también a nuestro país. No haría falta explicar por qué. Simplemente, a modo de ejemplos clarificadores: 32% de compatriotas viviendo en la pobreza y la marginalidad y 54% (Observatorio de la Deuda Social Argentina-UCA) de la población en un contexto de precariedad laboral, son indicadores más que elocuentes y de enorme preocupación.

Martín Caparrós, en su libro “Echeverría”, expone una apreciación que merece una especial consideración: vivimos la democracia de la delegación y el mercado. ¿No habrá llegado el momento de revisar este modelo de democracia extremadamente poco participativo de la ciudadanía? ¿No tendría que empoderarse institucionalmente a la sociedad civil para que ejerza un rol más definitorio y positivo? Está claro, a la luz de los resultados, que la dirigencia política, tradicionalmente concebida, ha alcanzado su máximo nivel de ineficiencia.

Las desigualdades en nuestra comarca nacional avergüenzan. Es imprescindible reconocer, evitando la dirigencia falsas promesas o recetas mágicas, que demandará mucho esfuerzo y convicción revertir la situación. Las contradicciones se suceden al mismo tiempo que se agudiza la polarización social. Un consumismo (diferenciar del consumo racional) rebosante de objetos nos seduce efímeramente; a la vez nos vacía la capacidad de generar nuevo pensamiento. La caracterización de sociedad líquida que identifica este momento de la humanidad -según definieron varios filósofos y pensadores de distinta procedencia- no constituye un estímulo para aspirar, en el corto plazo, a un cambio de paradigmas.

Ultimamente mucho hemos escuchado y leído acerca de los movimientos sociales. En algunos casos, comprendiendo su existencia y severa problemática. En otros, castigándolos por el incordio que sus movilizaciones ocasionan al conjunto de la población. Ahora bien, un país con este nivel de pobreza, ¿qué pretende? ¿Una sociedad suiza o escandinava? Obviamente, en nuestra geografía el conflicto social está a flor de piel. ¿Es culpa de los pobres y marginados? Esta es la pregunta que deberíamos hacernos con espíritu crítico y severidad intelectual. Asumamos responsablemente que esta dirigencia política, y de otros ámbitos, no viene de otra galaxia. Representa, en las virtudes y en las deficiencias, lo que somos como sociedad. No pequemos de la soberbia del yo no fui o yo no sé.

 

* Secretario General de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA